Columna de Opinión escrita por Andrés Badra, docente del Programa de Especialización en Marketing Digital Estratégico. Publicada en el Diario El Peruano, el 17 de febrero de 2018. Asumimos que las redes sociales son conocidas y dominadas por todos, ya que más de 1.6 mil millones de personas las usan y en el Perú existen más de […]
Por Posgrado y Extensión. 21 marzo, 2018.Columna de Opinión escrita por Andrés Badra, docente del Programa de Especialización en Marketing Digital Estratégico. Publicada en el Diario El Peruano, el 17 de febrero de 2018.
Asumimos que las redes sociales son conocidas y dominadas por todos, ya que más de 1.6 mil millones de personas las usan y en el Perú existen más de 17 millones de usuarios repartidos entre las de mayor uso (Facebook, Instagram, Linkedin, Whatsapp).
Pero recordemos la definición en un mundo globalizado, digital y urbano del siglo XXI: “Las redes sociales son sitios de Internet formados por comunidades de individuos con intereses o actividades en común (como amistad, parentesco, trabajo) y que permiten el contacto entre estos, de manera que se puedan comunicar e intercambiar información”. [1]
El hombre, en grupos comunes, siempre ha tenido la necesidad de reunirse en torno a algo y con un motivo o interés particular: alrededor del fuego para calentarse, alrededor de una mesa para comer en familia, etcétera.
Una red social en el ambiente laboral conforma un vínculo omnipresente, que permite unir al grupo de colaboradores -sin distinción de cargos ni naturaleza de trabajo- alrededor de un espacio virtual, para sentirse parte de una razón, una causa o un motivo. Conecta con su razón de vivir y amplifica el “trabajo” a su vida como individuo.
La red social interna permite crear ese lazo, vínculo “mágico” que ya existiendo en un grupo laboral no se condensa hasta que se expresa digitalmente. Es mediante conversaciones transversales y longitudinales donde se gestan concursos, aportes, colectas, propuestas, logros, etcétera, que se hacen públicos ante la organización completa, permitiendo al individuo protagonista participar con orgullo dentro del grupo laboral y, a la empresa, generar los caldos de cultivo para la innovación continua.
La red social interna, administrada por expertos y en torno a un objetivo de cultura fijado desde la estrategia compartida, es el espacio libre, igualitario e ingenuo para innovar. Allí, por medio de los ocho preceptos esenciales de la innovación [2], la organización: aspira, escoge, descubre, evoluciona, acelera, escala y moviliza.
Las oportunidades de sostenibilidad y crecimiento de tu empresa yacen allí -en el subconsciente laboral colectivo- esperando ser descubiertas y materializadas.
[1] Fuente: http://concepto.de/redes-sociales/#lxzz57Gw1lHHB [2] Fuente: The Eight Essentials of Innovation. Mckinsey Company.